Su autor Carlo Collodi era, además de escritor, un periodista y satírico muy prolífico, colaborador de publicaciones políticas y culturales y crítico incansable de los líderes de su país. Impregnado de todo aquello, su Pinocho pretendía ser un símbolo de la importancia de la educación y un alegato a la desobediencia (civil).

 

 

El personaje de Pinocho iba de desgracia en desgracia por que renunciaba a ir a la escuela. Malcriado por Gepetto, este joven de pino pasaba de todo. Llegó a patear a su creador, le robó hasta su peluca -Gepetto era calvo, al parecer- y fue metido en la cárcel, acusado de abuso y maltrato.

 

Contrario al encantador muñeco que muchos conocemos, el Pinocho primigenio era un personaje mal agradecido y vago, que a pesar de todo lo que hizo recibió cariño por parte de Gepetto. Sí es verdad, que la historia termina con un final parecido, aunque cambiando ballena por tiburón (se desconoce el tamaño, pero dentro había cabida para un Gepetto entero). Pinocho aprende la lección, pero la moraleja, entonces, no es que los niños siempre deban decir la verdad, sino que la educación es esencial. Una educación capaz de liberarle de ser una marioneta de verdad (de la sociedad y los políticos) y de un trabajo brutal, ese que, de otra forma, y como sucede en la fábula podría terminar convirtiéndole en un burro de carga. La educación para no ser un títere de los demás.

 

¿Por qué Pinocho se llama así?

 

En el cuento original, el joven al que da forma Gepetto está construido a base de madera de pino. En la creación de su denominación, el autor combinó las palabras “pino”, como el árbol del cual se sacó la madera, y “occhio” (palabra italiana que quiere decir ojo). Es decir, el significado literal de Pinocho es “Ojo de pino”, una combinación de dos palabras que pierde su semántica al reformularse el nombre en español.

 

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